domingo, 11 de septiembre de 2011

avión


Una yarda, ocho, nueve, yardas de yardas, todas, y a veces lo que me agota más es correr hasta tu mejilla que sobrevive tan sola de recuerdos.

Un beso, ocho, nueve, besos de besos, todos, y a veces lo que me besa es tu memoria leal, tu dedicación incondicional mientras ese avión en el aire atraviesa la noche ajena. Juntos, nunca fue propia la noche; no hubo oscuridad personal si vos estabas por ahí, cerca serena, clara cabal, complaciente nunca.

Viven universos en la planta baja de tu flequillo; como un niño jugando en la placenta materna, mundos laten. Vos latís, me latís, una vez, ocho, nueve, todas las veces, latirme a duelo hasta que el proyectil de oro mate lo que mata.

Y mientras el planeta se renueva y se suicida, se evade y se dictamina, y mientras la humanidad se estrella contra si misma vos seguís habilitando un espacio para mí, con esa piedad desafiante y esa mirada que llama, que invita, que cura…

Nadie tan única, necesaria, tan blues, tan black, tan brown, nadie así como vos.

Ese avión sigue atravesando el aire, la altura, la noche. Nosotros seguimos atravesando el frío, el silencio, la soledad, las tumbas.


Tornar sencillo lo imposible, volver accesible lo remoto, transformar en inevitable lo muerto. Revivir, resucitar, recuperar, restaurar, recomenzar, restituir, calentar el agua y renovar el mate porque todo el sol es nuestro y esta vida recién empieza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario