jueves, 12 de abril de 2012

correspondencia

Y si llega tu canción, ya sé que bendijiste mis oídos porque puedo escucharla.

Y si llega tu canción, ya sé que resucitaste mis sentidos porque puedo experimentarla.

No le pido prestada frases a nadie. Tu canción hospeda mi letra como el océano a la tabla y el sorgo al temporal, como una declaración desordenada y franca de que tu sangre desintoxica y limpia, devuelve la respiración y me roba de la melancolía.

En tu canción hay suministro de nutrientes indispensables para continuar mi caravana, este viaje aparentemente errático en el que cada tramo confirma que voy en dirección a casa. Sigamos de viaje por favor, vayamos a todas partes a donde haya que ir; yo te agradezco el cielo y la infusión, los discos y la comida, los sábados completos y el progreso de mis iniciativas.

Gracias porque aunque mañana habrá guerras, ataques por intención, heridas que supuran y cicatrices que huyen de la ciudad, en esa violencia se hace tangible tu provisión decisiva. ¿Quién puede durar algo sin contar con tu piedad? En tu pesebre, la salvación es la canción establecida, antónimo de inestabilidad, el sostén para decidir creer.

Nunca te necesito poco, nunca dejo de ser una criatura con urgencia de tu abrazo, siempre me acuerdo del osario del que me sacaste. No te miento mis culpas, no aparento el clamor, te pido el día -hoy y todos- para vivir correspondiendo tu gracia.

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