viernes, 3 de junio de 2011

giro

Percuten en mi nombre resonancias de las intenciones de Dios, una voluntad que no es quebranto ni sorna, ni latigazos ni laceración. Dios fortalece la vida, mi vida, esta alegría en calma, dulce caravana donde ningún exceso daña. Esta vez sí esperáme en la fiesta.

Ayer honramos a los huesos; hoy nos nace una canción de lucha y persistencia, una melodía de lo invencible, un himno crudo entonado sin entonar. Dame tu afinación con tu mirada que la música imprescindible es tu abrazo y tu aceptación.

Tardes en la ciudad, con un corazón abierto a escuchar, a curar y a bendecir. En los barrios de este pueblo hay casas que almacenan historias, familias nacientes, familias amadas, restauraciones en construcción. Gracias por tus oídos que me reciben, gracias por tus palabras que me impulsan.

En estos barrios del pueblo, las casas de nosotros están a la luz; allá afuera la oscuridad se hace sistema.

Percuten en mi nombre resonancias de la voluntad de Dios, un deseo que no es venganza ni reproche, ni acusación ni desprecio. Quiero a todos los percusionistas infinitos batiendo parches hasta que yo logre escucharlos.

Rigor del día a día, caldo que se enfría sin llegar a destino, mensajes de texto que confirman tu promesa en sangre. Prometió tu sangre, prometió tu piedra removida, las vendas solas nunca más estarán acompañadas. Todas las vendas de la incertidumbre se hacen asco, entramadas con los cerdos que son desbarrancados al precipicio irreparable.

La ventana es hacia la expansión, panorámica de tu nombre, amor en 9 D.


Esta noche elongo mis alas y giro hacia tu lumbre, sinceramente declaro no conocer un paraíso mejor.

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