miércoles, 3 de abril de 2013

recuperación

La sal en el aire atestigua que por estas fosas circula sensibilidad; gotas del océano agrupadas con las de un resfrío fugaz y lágrimas que quién sabe desde cuánto hace están archivadas. Ni siquiera el agua tiene memoria de las oportunidades desaprovechadas, ni siquiera el lecho podría testificar acerca de esas rebeliones que día a día se convirtieron en una inservible coraza. Es menos que un detalle la altura sobre el nivel del mar, porque el suicida no es tal, dejó de ser, trocó en albatros y ave rapaz, águila de paz pero rapaz para poder prevalecer al buitre y adherirse firme a las escarpadas paredes verticales y evitar con margen el aceitoso horizonte de la adulación. De frente al mar se respira la certificación y el título nobiliario. El viento trae su voz maridada con espuma, enriquecida con la autoridad infinita. Lo que antes era miedo, hoy es una experiencia agradecida: ya no hay peligro, al menos de las mismas cosas.

Ya no hay miedo, al menos de la soledad, porque la autonomía se parece a dar gracias por ser uno mismo.

Las rocas mojadas hablan con el agua un devenir constante, tan continuo como innovador, tan incesante como sorprendente. El aburrimiento no merece respeto; al aburrimiento hay que presentarle batalla sin pompa y con sangre.

Respeto al Creador que sobre cada pequeñez plasmó eternidad, y en cada diminuto imperceptible pronuncia su huella como el oleaje pronuncia el misterio.

En el acantilado, el precipicio puede ser un punto de partida o un punto terminal. No nací para terminar, yo nací para seguir. No fui hecho para echarme al vacío como un occiso irracional, yo fui hecho para comprender los límites y apasionarme por el vuelo en altura. Cobro luz cuando miro hacia adelante; en la fosa no está mi promesa.

De pie ante la oportunidad. Hoy. Ahora. Aquí y ya. Paloma me trajo para escuchar cómo mis decisiones hablan de mí. Paloma, el Hijo y el Hacedor del nombre sin vocales ya saben desde siempre quién soy y para qué. Pero en este mar, en esta agua, en este océano dispuesto ante mí, mis decisiones me dan un abrazo, las águilas zapan el funk, y todo me dice que mis chances han sido renovadas. Nadie se acuerda de lo que hice mal.

Gracias a Dios, recuperé la novedad.

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