Madurar
es guardar en lo unigénito
aquel
noble sentimiento
que cooperó para alimentar una mejor fe
Es
cuidar silencio, que tanto bien ofrece,
y
cesar de tirar migas al fondo del mar,
porque
aunque sean de pan de carbunclo,
allí
los pájaros no las comerán
Sigiloso
estoy entre paredes estrechas,
difíciles
y llenas de óleos de Pelikan y Faim
Convencido
voy que música y libertad son el mismo polen,
y
las más auténticas letras que declaran
al Dueño de todo el poder
Y
llevo un banjo en mi sangre que adereza mi hemoglobina,
y
canto un canto sin estanco
porque
la voz sobreseída ahora resurge muy lento
a
las costas de un diseño original (e inimitable)
Madurar
no se dice, no se ensaya, no se hurta
Amor
es fruto maduro que te limpia el vientre y el pensamiento
No
hay pretérito, no hay rencor embalsamado
Música más música, hileritas de corcheas
ya intuyen mi claro blues
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