Percuten en mi nombre resonancias de las
intenciones de Dios, una voluntad que no es quebranto ni sorna, ni latigazos ni
laceración. Dios fortalece la vida, mi vida, esta alegría en calma, dulce
caravana donde ningún exceso daña. Esta vez sí esperáme en la fiesta.
Ayer honramos a los huesos; hoy nos nace una
canción de lucha y persistencia, una melodía de lo invencible, un himno crudo
entonado sin entonar. Dame tu afinación con tu mirada que la música
imprescindible es tu abrazo y tu aceptación.
Tardes en la ciudad, con un corazón abierto a
escuchar, a curar y a bendecir. En los barrios de este pueblo hay casas que
almacenan historias, familias nacientes, familias amadas, restauraciones en
construcción. Gracias por tus oídos que me reciben, gracias por tus palabras que
me impulsan.
En estos barrios del pueblo, las casas de nosotros
están a la luz; allá afuera la oscuridad se hace sistema.
Percuten en mi nombre resonancias de la voluntad de
Dios, un deseo que no es venganza ni reproche, ni acusación ni desprecio. Quiero
a todos los percusionistas infinitos batiendo parches hasta que yo logre
escucharlos.
Rigor del día a día, caldo que se enfría sin llegar
a destino, mensajes de texto que confirman tu promesa en sangre. Prometió tu
sangre, prometió tu piedra removida, las vendas solas nunca más estarán
acompañadas. Todas las vendas de la incertidumbre se hacen asco, entramadas con
los cerdos que son desbarrancados al precipicio irreparable.
La ventana es hacia la expansión, panorámica de tu
nombre, amor en 9 D.
Esta noche elongo mis alas y giro hacia tu lumbre,
sinceramente declaro no conocer un paraíso mejor.
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