Y si llega tu canción, ya sé que bendijiste mis oídos porque puedo
escucharla.
Y si llega tu canción, ya sé que resucitaste mis sentidos porque puedo
experimentarla.
No le pido prestada frases a nadie. Tu canción hospeda mi letra como el
océano a la tabla y el sorgo al temporal, como una declaración desordenada y
franca de que tu sangre desintoxica y limpia, devuelve la respiración y me roba
de la melancolía.
En tu canción hay suministro de nutrientes indispensables para continuar
mi caravana, este viaje aparentemente errático en el que cada tramo confirma
que voy en dirección a casa. Sigamos de viaje por favor, vayamos a todas partes
a donde haya que ir; yo te agradezco el cielo y la infusión, los discos y la
comida, los sábados completos y el progreso de mis iniciativas.
Gracias porque aunque mañana habrá guerras, ataques por intención,
heridas que supuran y cicatrices que huyen de la ciudad, en esa violencia se
hace tangible tu provisión decisiva. ¿Quién puede durar algo sin contar con tu
piedad? En tu pesebre, la salvación es la canción establecida, antónimo de
inestabilidad, el sostén para decidir creer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario