Vivo la tensión entre pedirte y esperar. Mientras espero no me quedo
quieto. Por momentos doy en el blanco, por momentos pinto a negro mi condición.
A veces me siento el monstruo malvado de la ciudad, una suerte de escuerzo
cívico disimulado por cierto estilo y esta voz.
Vivo la tensión entre pedirte y esperar. Creo corresponderte lo segundo,
porque eso habla de la confianza que te tengo, pero tu instrucción también me
invita a aturdirte de clamor desde mi médula desesperada. La sangre triste
fluye más lento, la abstinencia es proporcional a la productividad, el día
libre es largo sin aventuras por compartir.
Estoy tratando de vivirte sin atriles ni liturgia, sin ofertas all
inclusive ni ministraciones cinco estrellas, con la única realidad de ser vos y
yo, con todos pero sin nadie obstruyendo el vínculo. Aunque en la multitud de
consejeros hay sabiduría, la muchedumbre ha distorsionado el encuentro y no soy
nada si no soy real.
Preciso todo lo que quieras darme, preciso lo sobrenatural de no ser mi
propio villano. Un diablo en la carne inflama el fuego y el horno en la piel
quema stickers de un mundo feliz. Pero tu presencia, causa de cualquiera y
todos los milagros, llama de nuevo desde las grietas de lo insoportable, y renueva
la vida limpia y el corazón intacto.
Nadie vive sin que vos lo quieras, todos estamos muertos negados a vos.
Dosifico el ruego, espero en secreto, tu protección es sólo merecimiento
tuyo; lo mismo que mi alegría y mi entusiasmo, y mi restablecimiento después de
Nagasaki. Yo quiero que estés todo el tiempo, todo el tiempo quiero rendirme
ante tu gracia y tus pies, y que mi casa y mis intenciones, mis emprendimientos
y mi piel, mis ojos y mi mirada, mi viaje y mi pantalla, que mi todo sean tu
soberanía, recintos tuyos para una fiesta nuestra de por vida.
Gracias por todo, gracias por vos. Escandalizarse jamás es ninguna de
tus reacciones.
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