Ni siquiera tenés en menos la trayectoria de una sola gota de mi sangre.
Te desentendés de nada, de nadie. Murallones de catástrofes parecen confirmar
tu ausencia, sin embargo este y todos los planetas, este y todos los mundos
siguen siendo porque lo permitís y porque querés. No hay señor en la tierra,
feudal o contemporáneo, que por más que ostente y posea miles bienes,
documentos, propiedades, títulos y manipule gobiernos, esté por encima tuyo.
Tuya es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitamos. Tuyos son
el poder y la gloria, el reino y la heredad.
GRACIAS por tu soberanía inviolable. Más les convendría a quienes
oprimen pueblos, cranean atentados, disparan bombas y misiles, suben impuestos
y bajan salarios, velar por sus propias almas. Ninguna decisión queda sin
consecuencia, nadie quedará sin responder por sus actos, soy parte de la
multitud y entre esos millones me viste y me ves.
GRACIAS por los cheques, por la casa en las nubes, por tu voz a través
de otra voz, por golpear mi pecho con tu Palabra esclarecedora. Gracias por
esta mañana que llega después de que anoche el corazón se me salió por el pecho
de tanto clamarte el cumplimiento de la promesa. Yo no te necesito como una
rueda de auxilio, un remolque, o de casualidad. Sos imprescindible para
respirar y ver, para pensar y comer, para dormir y despertar, para creer y
resucitar, para cantar y hablar, para latir y ser el mejor, para no dejarme
tragar por las mandíbulas de la conmoción.
No sos una invención, no sos mi imaginación, no sos un pensamiento
mágico, tampoco una sensación. Yo te creo, te creo, creo que existís y sos, te
creo y te experimento.
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