Dame tu sabiduría, engendrá en mí tu sabiduría, habitáme como el agua
habita las cavidades del océano y las nubes habitan el cielo. Todo el que soy,
lleno de vos, porque yo quiero ser sabio.
Por ahí hay sabidurías respetadas, elocuencias comentadas puestas sobre
estrados que a personas les gusta aplaudir; yo no busco ser sabio para ser
reconocido. Dame tu sabiduría en esta intimidad de la mañana, o en la exigencia
de la noche, o en el asentamiento de la tarde. Yo quiero ser sabio para
aprovecharte al máximo, para vivir completo, y que todas mis decisiones nos den
gusto a los dos.
Para decidir mal me preciso sólo a mí. Para decidir y reaccionar con
riqueza, madurez, alegría, productividad, te preciso a vos, y a tus agentes que
quieras mandar.
Dame tu sabiduría, Rey, demostráme esta misma mañana, todo este día, por
favor esta noche, que me estás haciendo más sabio. Dame palabras impensadas que
sean las oportunas para mí y los demás. ¿Qué decir y qué callar? ¿Qué decir y
cómo decirlo? ¿Qué callar y cómo batallar desde el silencio?
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