Y nunca el protagonista es el espectador. Marcha a
mirar una historia ajena, un devenir externo, aplaude un amor que no le
pertenece, gasta pólvora en chimangos. ¿Qué aplauso viene para sí? Tu guión no
es el mío.
Conmoverse ante lo impropio, emocionarse ante
ficciones, estremecerse a un zapping de distancia, a un escenario de frontera,
vivir afuera de la piel original.
Control remoto yerrando las yemas de miles. Filas
de cientos entusiasmados por aplaudir amores ajenos. En un silencio de
almohada, con toda la madrugada derramada sobre la cama, la sinceridad grita. Y
aturde. Y grita más y los oídos se vuelven hemorragia.
La sabiduría ruge en las calles.
Stop ronquidos. Nadie duerme más. Nativos de los
barrios salen de la casa a saber de qué se trata. La sinceridad no se calla, la
confrontación aumenta, e indigna. Franqueza de la madrugada lijando el
palabrerío. ¿Cuál es tu historia? ¿Cuál es la mía? ¿Qué ficción merece mayor
rating que tu propia jungla interior? Yo soy el muchachito de la película.
Percusión del que redime
Bramido que despierta
Desconcierto que hace bien
Auxiliares de jeans blancos
Graffiti en aerosol sol
Mahalia y Yolanda, en una misma voz
La sabiduría echándose a andar
Y vos te venís a mi puerta, todopoderoso y
multiforme, a sacarme de la anestesia, a recordarme en sangre y orden que
ningún sueño está decapitado, que ningún recuerdo posee más autoridad que la
decisión presente. Vos venís, invariable y sagrado, seguido por multitudes de
bandas serafinas, a darme un par de cachetazos para que yo mismo vuelva en mí y
lidere mi experiencia.
Me querés en mí, me necesitás en mí, me amás a
mansalva, y nunca te sabré Padre si niego al hijo que soy. Tu cruz no es un
efecto especial, tu herencia mía es inagotable.
Liderar la experiencia
Volver a la piel primera
Protagonizar la propia vida
Aplaudirte a vos, aplaudirme a mí,
nacer de nuevo porque –gracias a vos- la muerte
está muerta
tremendamente muerta
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