Y sólo algunos valores establecen una vida íntegra, y sólo algunos
principios redundan en una vida poderosa; no todos, no cualquiera, no al azar
ni del montón, ni siquiera algunos valores que nacen a flor de piel.
Hay algo superior a hacer lo que queremos, lo que sentimos, lo que aterriza
desde el instinto o emerge desde la libido, y nada tiene que ver con falta de
libertad, represión, o una espontaneidad amaestrada. Porque no todo lo que
queremos nos hace bien, no todo lo que sentimos nos conviene, no todo lo que dispara
el deseo contribuye a la salud. Lo brutal acecha, lo descarnado noquea, el
vampiro engaña, y en lo más real de la vida todos queremos estar siempre mejor,
siempre completos, aceptados y queridos, considerados y satisfechos, mancomunados
y con solvencia para invitar la próxima vuelta.
En el sedimento de cada corazón habita la necesidad de un abrazo.
A veces, nuestra primera reacción nos lleva sin escalas a una
consecuencia áspera, tan triste como innecesaria, tan árida como evitable. La
carne nunca es dócil; es bendito el jinete que la doma. No hay salvajismo que
quiera entregarse: la lucha nace, la guerra viene, los cimientos fluctúan, el
cuerpo a cuerpo se instala sin poesía no cotillón.
Ir más allá del rudimento, admitir que Dios está siempre a favor nuestro
-aunque sus instrucciones indignen a la pulsión-, y que no es el sádico célibe
que nos vende el anticristo. Mentira publicitada, incitador de guionistas de
ficción, mafia de los cambistas, masivo engaño rapaz.
Va de nuevo: sólo algunos valores establecen una vida plena, sólo algunos
principios germinan una vida satisfactoria; no todos, no cualquiera, ni
siquiera algunas máximas oriundas de la cultura, la religión, los medios y la
calle. Porque no todo lo que queremos nos hace bien, no todo lo que sentimos
nos enaltece, no todo lo que nos es lícito trae libertad. Ni los estados de
ánimo, ni la facturación de la bragueta, ni los derechos que nos arrogamos a
expensas de los otros, resultan fundamentos sustentables. La defensa a mansalva
de lo relativo atenta contra la sabiduría indeleble, porque Dios no es relativo
ni se llama de cualquier nombre.
Arrodillar mi mente ante vos, ofrendarte mi mentalidad y mi aprendizaje, dedicarme
entero a tu paternidad sana y perfecta. Yo sé que estás en mi guerra, yo sé que
originás mi paz, yo creo que -aún por sobre la furia de la bestia- mi vida real
está garantizada, mi libertad es un hecho, mi honestidad y mi arrepentimiento
son frutas de tu Paloma.
Quiero seleccionar tus principios para tomar mis decisiones, quiero amar
tus valores para no ser la sombra de mí, quiero tu insistencia todo el tiempo
para no hacer excepciones. Vos sabés cuánta capacidad tengo para justificar mi inconsistencia.