Ser como el pomelo que preservado o expuesto perdura, se mantiene, vive
tal a largo plazo, vive propio a gran alcance. Ser como cítrico que ayuda a
recuperar la salud y mantenerla, y a la vez sigue brillante y refrescante,
jugoso y vitamínico, como un sol en gajos, como una alegría en pulpa.
La reconstrucción será sutil, la restauración, como un secreto entre
amigos. Y gajo a gajo, gota a gota, hora a hora; cuando la destrucción es tan
grande el milagro llega a pasos. Entonces, vamos por el detalle, por lo mínimo,
por lo que sólo perciben el tejido y la medicina, la fibra y el antibiótico, la
sangre y el antídoto. Celebración ínfima pero real cuando es innegable que la
muerte ha empezado a retroceder. En la guerra de la vida ningún logro, por
diminuto que sea, es menor o secundario. Prioritario, festejar desde el primer
ladrillo puesto sobre otro que comienza a edificar la casa, el hogar, la
muralla que pondrá límite a los enemigos. Podrán venir de a miles, podrán
cabalgar en bestias, sin embargo ninguno -ni el más grande de todos los
diablos- pasará esa muralla.
Victoria en lo pequeño, soberanía en lo íntimo, recuperación en el
tejido y la fibra, en la sangre y el cimiento, en la mente y en toda la vida
nuestra.
Atender hasta lo imperceptible porque aún allí tu Nombre tiene algo que
decir y tu intervención sobrenatural nunca es estéril. Siempre conviene
habilitarte el todo y las partes, lo general y lo particular, lo obvio y lo
inadvertido; vos tenés prosperidades para todos nuestros niveles.
El día ya está, ya ha amanecido la noche. Tus ángeles centinelas andan
atentos a la ciudad, aunque no atropellarán la decisión de ningún hombre.
Público y secreto, quiero exponerme a vos, no me interesa para nada esconderte
ni siquiera una célula de mí. ¿Para qué huir si tus ojos lo ven todo? ¿Para qué
buscar en alguien más si sólo vos causás mi salud eterna? Sólo vos garantizás
la resucitación.
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